En la armonía del carácter y en la gestión de las emociones, para que la excelencia académica no se convierta en un obstáculo para una vida feliz, natural y equilibrada.
En la disciplina positiva y en los valores tradicionales, porque mirar al futuro con realismo no significa, ni mucho menos, renunciar a las propias raíces y a una pedagogía cabal.
En la convicción, autonomía y espíritu crítico, para que los alumnos sean los propios protagonistas de su formación, sin caer en los extremos de la sobreprotección o del abandono.
Con lo mejor del sistema diferenciado y mixto, porque en la igualdad del hombre y la mujer hay diferencias de desarrollo, y porque se debe lograr entre ellos un conocimiento y un trato muy natural.